Un proyecto obrero (SAL) tiene los días contados

Actualización. 18/5/06

Lo anunciado se hace realidad. En breves semanas la SAL se transformará en SA. Las ocho reuniones con grupos de socios han conseguido ya superar el 50% de los que estarian de acuerdo con la transformación. ¿Por qué reuniones en grupito y no en asamblea? Será para aconsejar mejor. Claro.

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En una SAL ningún socio puede tener más de un tercio del capital, salvo que la sociedad esté participada por el Estado, la Comunidad Autónoma… La mayoría del capital debe estar en manos de trabajadores que presten sus servicios de forma personal y directa para la sociedad y tengan una relación laboral indefinida.

Pues bien, un proyecto obrero consolidado en forma de SAL tiene sus días contados. Los responsables y encargados de la dirección y tutela de la SAL hacen movimientos para convertir aquel encomiable proyecto obrero en una SA. Quieren que la “L” se caiga. ¿Por qué? ¿Qué diferencia hay?

Las malas lenguas dicen que esos directivos reúnen a los accionistas de diez en diez, se supone –se dice- que para explicarles con más detalle como va la empresa. Lo normal es hacerlo en asamblea. Pero sea bienvenida esta nueva y considerada forma hacia los accionistas.

Esas mismas malas lenguas comentan, dicen, rumorean que una SA permite a sus directivos, quizás tras una posterior ampliación de capital, sustraerse del control de los accionistas y al mismo tiempo hacerla una empresa hereditaria. Porque –se dice- hay que blindar el futuro de la familia y de la infancia del Porche.

Se dice también que quienes son clientes de esta empresa, preocupados por el proyecto obrero, son los encargados de filtrar toda esta maniobra, pero, ¿para qué?

Pueden dejar de ser clientes ¿no? ¿O hay alguna fuerza superior que lo evita?

Adiós SAL, adiós.